Arquitectura de la Capilla

Posee una sola nave y su planta es de cruz latina. Está construida con ladrillo, mampostería y tapial. Tiene tres tramos y sus arcos son de medio punto.

La fisonomía actual no es ni mucho menos la originaria, ya que a lo largo de los siglos ha vivido numerosas intervenciones que la han modificado. Mantienen algunos investigadores de la localidad que en 1710 fue edificada únicamente con planta rectangular, a excepción del crucero, pues no fue hasta 1774, año en el que se practicaron en ellas unas importantísimas obras, cuando se levantó. En esas fechas, y durante una década, realizaría funciones de Parroquia, a consecuencia de las obras que se llevaron a cabo en la de Santa María la Blanca y que provocaron el cierre temporal al culto de esta última (1792-96).

En dicha remodelación se cubre su cuerpo con artesa simple, y el presbiterio y brazos del crucero con bóveda de medio cañón.

Pero sin duda alguna, lo más importante fue la cúpula sin tambor con la que se cubrió el crucero. Esta está dotada de un magnífico trasdós en ladrillo tallado, remates cerámicos y linterna con chapitel de azulejos, estando decorada con yeserías de esa época.

En el transcurso del siglo XIX se emprendieron diversas obras de remodelación de cierta envergadura. La más significativa se produjo en el año 1897, consistente en levantar la fachada principal y espadaña, así como el coro alto entarimado. Años más tarde, concretamente en 1892, se amplió su presbiterio, decorándose con una primorosa verja.

Ya en el siglo XX, debemos señalar que la capilla no se vio afectada por los desordenes revolucionarios de 1931, ni por la Guerra Civil (1936-39).

Como dato curioso señalar que al finalizar el conflicto, como en otros muchos pueblos de España, se levantó la llamada Cruz de los Caídos que siempre se situaba delante de una iglesia. En Los Palacios se eligió para ello la pequeña plazoleta que existía delante de la Capilla de la Aurora. Este monumento fue obra de Domingo Álvarez, más conocido como “Vinagre”, que era Maestro de la Villa. La Cruz se bendijo el 5 de marzo de 1939 y allí permanecería hasta que fue derribada en 1985.

También en este siglo, concretamente en la década de los cuarenta, vuelven a realizarse obras en la Capilla de la Aurora. En éstas, entre otras cosas, se restaura la torre de la cúpula deteriorada por el paso de los años y se dota de un alicatado a los muros interiores, usando azulejos con motivos geométricos del estilo mozárabe. Los gastos originados por estas obras fueron sufragados en su totalidad por Doña Amalia Caro.

De poco servirían estas obras porque debido al desuso que sufría la capilla, entró de nuevo en un lento y progresivo estado de deterioro y semiabandono.

Por tal motivo años más tarde, el párroco de Santa María la Blanca don Antonio Sánchez Ramírez, buscando como fin primordial el de adecentarla para que en ella se desempeñase el culto religioso que le pertenecía, insinuó a la Hermandad del Gran Poder, una de las que residían en la parroquia, la posibilidad de trasladarse a dicha ermita con las consiguientes ventajas que aquello supondría para la cofradía. Tras las gestiones oportunas, el 21 de marzo de 1971, la Hermandad trasladaba su residencia canónica a la Capilla de la Aurora.

Tras dicho traslado se hicieron necesarias una serie de reformas, mejoras y acondicionamientos en la capilla.

Con los desfiles procesionales hubo de ampliarse la puerta principal de la portada, que es apilastrada, adintelada y de líneas muy sencillas, para poder dar salida a los pasos. También construyen un retablo que albergue a sus imágenes titulares y que colocan sobre la parte derecha del crucero, además de otras intervenciones de menor importancia.

A partir de este momento es la Hermandad del Gran Poder la encargada de su manutención y conservación, aunque su propiedad recae sobre la Parroquia de Santa María La Blanca.

En 1995 amplían el presbiterio, elevándolo y recortando las rejas que lo rodeaban; restauran el camarín de la Virgen de la Aurora, hallándose una escalera que estaba tabicada, de la que no se tenía conocimiento y que da acceso al ático y parte superior del retablo; acondicionan el coro y le incorporan para su acceso una escalera de caracol de hierro; y por último, reparan las cubiertas del templo, debido a algunas goteras y desperfectos que se habían observado.

Pero fue en enero de 1999 cuando se comienzan las obras de restauración más importantes del siglo en la Capilla de Nuestra Señora de la Aurora, debido entre otras cosas, al mal estado en que se encontraba toda la pintura en su totalidad, acentuándose en la cúpula e interiores y a la instalación eléctrica, cuyo estado podría incluso provocar accidentes de bastante gravedad.

En estas obras se sanean totalmente las paredes de la Capilla y Sacristía, se trata el techo de madera de la nave y del coro, se introduce una nueva instalación eléctrica en sustitución de la anterior, se recorta la mesa del Altar Mayor en unos 35 cm., debido a la dificultad que su anchura presentaba a los sacerdotes para acceder al Sagrario, ganándose al mismo tiempo terreno para la celebración de todo tipo de cultos.

Además, la Cofradía, asesorada por Antonio Fernández Estévez, Delegado Diocesano de Arte Sacro del Arzobispado de Sevilla y Francisco Berlanga de Ávila, escultor, imaginero y restaurador sevillano, acomete la limpieza y saneamiento total de la Cúpula, dejándola en el yeso primitivo. Ésta presentaba un lamentable estado de conservación debido al humo de las velas y a las numerosas capas de pintura que presentaba y que restaban todo el esplendor que posee, de hecho, como dato curioso señalar, que una de las que se descubrió era de color celeste.

Con ocasión de dicha intervención han podido rescatarse, en la rica decoración barroca de yesería, diversas inscripciones extraídas de los Salmos y letanías lauretanas, todas ellas referentes a la pureza, castidad y virginidad de la Virgen María (Anexo II). De igual modo fueron hallados unos espejos, hasta un total de ocho, en las bases de los nervios principales, desconocidos hasta el momento ya que aparecían también pintados, debido posiblemente a su estado de deterioro por la humedad. Cuando dichos espejos se retiraron para su sustitución por otros nuevos, se encontraron tras ellos diferentes calendarios litúrgicos de la época, fechados todos ellos hacia finales del XVIII.

Una vez que se encontraron los yesos primitivos del siglo XVIII, se pasó a resaltar todos sus motivos y adornos, con una nueva policromía, estofados y dorados, llevados a cabo por el artista local y dorador Antonio Manuel Romero Triguero, quien también fue el encargado de hacer lo propio en la cúpula de la Capilla Servita de la Hermandad de los Dolores de Los Palacios junto con su hermano Fernando Jesús. Además, cada símbolo mariano que aparece fue complementado con su significado bíblico en latín, gracias a la documentación llevada a cabo por el historiador e investigador palaciego Julio Mayo Rodríguez.

Además, todos los retablos que se encuentran dentro de la Capilla, a excepción del de Santo Domingo y el Tríptico de la Hermandad, fueron también restaurados por Antonio Manuel Romero Triguero, el cual los dotó de una nueva policromía, dorados y estofados con relación a los que ya poseían.

Por todo esto, no nos equivocamos al señalar que gracias a la Hermandad del Gran Poder, la Capilla de Nuestra Señora de la Aurora no ha caído en el olvido y poco a poco está comenzando a recobrar la importancia que tuvo allá por el siglo XVIII. Además, esta cofradía en la depositaria de cuidar la milagrosa imagen de Nuestra Señora de la Aurora, la cual es sacada en Santo Rosario Público, siguiendo la antigua costumbre, en el mes de octubre, celebrándose en su honor un Triduo en el mes de María, o sea, en mayo.